

Las carabelas portuguesas son organismos muy comunes en las aguas cálidas de los trópicos y subtrópicos en todos los océanos del mundo, particularmente en el Atlántico, el Pacífico y el Mar Caribe. A pesar de ser una especie muy común en las costas de gran parte del mundo, muy poco se conoce sobre su biología, ecología y papel en los ecosistemas marinos. De hecho, la mayor parte de la atención que se le presta tiene relación con sus efectos sobre la salud de los bañistas.
Al igual que las medusas, esta especie se encuentra dentro del grupo de los cnidarios, organismos caracterizados por poseer unas células especializadas, llamadas cnidocistos, y que son las responsables de inyectar las neurotoxinas. La carabela portuguesa posee una densidad de estas células urticantes muy elevada lo que, junto a un cóctel muy potente de toxinas, hace que su picadura sea muy dolorosa y se requiera un cuidado especial sobre el afectado. En algunos casos puede ocasionar dificultad respiratoria y paro cardiaco, sobre todo en niños y personas debilitadas.
La circulación oceánica propia del Mediterráneo, así como su régimen de vientos, hace que haya una entrada continua de aguas Atlánticas a través del estrecho de Gibraltar. Cuando en estas aguas quedan retenidas agregaciones de estos ejemplares, éstas son transportadas dentro del Mediterráneo. De nuevo, la circulación hace que puedan ser distribuidas a lo largo de la costa africana o que por el contrario sean arrastradas por la corriente que baña toda la costa sur y levantina española. Son en estos casos cuando podemos encontrar ejemplares de carabela portuguesa varados en las playas mediterráneas españolas.
Habrá que tener cuidado este verano.
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