
En el pobre Carlos II se concentraron todos los defectos genéticos y no genéticos posibles después de siglos de endogamia: raquitismo, cabeza anormalmente grande, impotencia sexual, retraso mental... Por algo lo llamaban "el hechizado". La naturaleza es sabia y decidió "cortar por lo sano", evitando que tuviera hijos. El monarca murió a la temprana edad de 39 años. Cuando le hicieron la autopsia, los médicos se quedaron perplejos:
"No tenía el cadáver ni una gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroídos; los intestinos putrefactos y gangrenados; en el riñón tres grandes cálculos; un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua".
Igual que los Austrias, los Borbones también han acusado los efectos de la endogamia, pero el índice de consanguinidad es menor entre ellos.
"No tenía el cadáver ni una gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroídos; los intestinos putrefactos y gangrenados; en el riñón tres grandes cálculos; un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua".
Igual que los Austrias, los Borbones también han acusado los efectos de la endogamia, pero el índice de consanguinidad es menor entre ellos.
Pués bien, hasta el propio Charles Darwin sufrió las consecuencias por el matrimonio con su querida prima Emma (foto). Por lo visto, tuvieron 10 hijos, pero 3 de ellos murieron antes de llegar a la edad adulta. Otro de ellos tenía evidentes malformaciones y otros tres eran claramente infértiles, a pesar de haberse casado. La infertilidad puede ser una de las causas de la endogamia. El gran científico se dió cuenta de todo esto a lo largo de sus investigaciones, pero ya era demasiado tarde.
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